Por fin ha llegado el frío

Acabo de encender una segunda vela, hoy toca escribir pausada, pensando y moderando la acidez de mis palabras cómo los actores, que modulan su voz a placer para enfatizar el discurso. Acabo de atacar un bote de leche condensada, su sabor dulzón afinará mi lengua. No ha sido una semana fácil en diferentes ámbitos de mi vida. Culparme de todo es un paso que ya he superado, habéis leído un millón de veces que asumo mi responsabilidad a la hora de cargar de expectativas a la gente, que sí, que soy de «ese» tipo de personas que espera siempre un poco más de todo el mundo: un poco más de corazón y sobre todo, un poco más de inteligencia.

Pero hoy quiero romper mis propios esquemas, y quiero escribir hacia el futuro, dejar el pasado atrás sin analizar tres millones de veces cómo me siento y porqué. Así que me voy a quedar con tres cosas buenas de estas últimas semanas. Mi aprendizaje con los límites esta dando sus frutos, y por fin he aprendido a salir de los lugares como un fantasma, me escabullo cuando siento que las malas vibraciones pueden atacar directamente a mi estado emocional y sigo con mi relato en otra parte.

También he aprendido que cuando te vas es porque ya hace tiempo que empezaste a marcharte y el hecho de hacerlo físicamente simplemente lo hace un poquito más real. He tomado decisiones que nunca, jamás, pensé que fueran conmigo y me siento muchísimo mejor. Muchísimo mejor que si hubiera hecho lo que creía que esperaban de mí, porque una nunca esta segura de cuál es el papel que los demás han elegido darte en su propia película. Al liberarte de esta responsabilidad pasas de ser un mero extra en la vida de los otros a convertirte en el protagonista de tu propia aventura.

Además, estoy viviendo una de esas etapas slow, en las que priorizas tu paz mental y el no tener prisa. Estoy leyendo muchísimo y he vuelto a los audiolibros, me encanta llevar unas semanas en el País Vasco, recorriendo los escenarios de la trilogía de la Ciudad Blanca. He vuelto a pasear por el Dolmen de la Hechicera, he vuelto a las las fiestas de Vitoria, he vuelto a caminar por el norte y todo esto buscando un asesino. He revivido paisajes que me alucinan tanto que en cuanto pueda volver a viajar (después de mi participación en l’Homenatge a la paraula) pienso poner rumbo a tierras alavesas. Esta vez intentaré visitar el estanque celtíbero de Laguardia, el mayor estanque construido en la Edad de Hierro y el poblado de la Hoya. Volveré a la tierra del vino y después al valle del Baztan que también rememoré hace unos libros y desde entonces tengo muchas ganas de volver.

Así que en breves espero volver a contar viajes, aventuras, descubrimientos y sensaciones que normalmente dejo olvidadas en mis cuadernos de viaje, acumulados en diferentes estanterías de casa de mis padres. Este finde hay puente, pero las actrices tenemos que ensayar y esa es una responsabilidad que he asumido con gusto.

Nos leemos la semana que viene.

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